“¿En qué consiste el trabajo especial y característico del espiritismo? En hacer un todo coherente de lo que hasta ahora ha estado disperso, en explicar en términos claros y precisos lo que hasta ahora ha estado oscurecido por el lenguaje alegórico: en eliminar los productos de la superstición y de la ignorancia de las creencias humanas, dejando sólo lo que es real y verdadero. Ésta es su misión.”
Kardec nunca pretendió que el Espiritismo fuese una nueva religión, sino una filosofía racional basada en hechos demostrados repetidamente que recuperaba el sentido original de todas las religiones.
La premisa básica del espiritismo es que hay dos mundos: el visible y el invisible, que contienen seres materiales e «incorpóreos», respectivamente. El espíritu es una sustancia formada por materia «quintaesenciada» que está fuera del alcance de nuestros cinco sentidos normales, que se une con el cuerpo físico mediante un cuerpo intermedio, semimaterial, llamado «periespíritu». Al nacer, tomamos formas temporales, materiales, y cuando éstas son destruidas por la muerte física, el espíritu permanece, para reaparecer quizá en otra reencarnación. Nuestro propósito es evolucionar hacia la perfección, y nos reencarnamos tan a menudo como sea necesario para lograrlo. Todos somos la suma de aquello que hemos sido, lo que hemos hecho o pensado en vidas anteriores, y todo el proceso, según Kardec, no es milagroso ni sobrenatural, sino que es el resultado de leyes naturales e inmutables.
En este aspecto, concuerda con antiguas filosofías como la Kabbalah (aunque en esta no exista propiamente el término “Karma”) y con las actuales experiencias de regresión llevadas a cabo por psiquiatras de reconocido prestigio.
“Lo importante es lo que dicen los mensajes de los espíritus, no el fenómeno en sí.” El mensaje, de hecho, y no el medium era lo importante. «Pueden reírse de las mesas que se mueven, pero nunca se reirán de la filosofía, la sabiduría y la caridad que emanan de las comunicaciones serias."
Este libro de respuestas directas, induce al lector a un dialogo interior, en el que finalmente se llegará a la conclusión de que el egoísmo, a pesar de constituir nuestra esencia, es el causante de todos nuestros males. Si no nos podemos librar de él, tendremos que transcenderlo.
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