lunes, 22 de agosto de 2011

Indignación versus resignación

La globalización nos empuja hacia un nuevo espejo.

La indignación y la falta de perspectiva hacen que los jóvenes se revelen, se unan y salgan a la calle a protestar. Esto es bueno para demostrar que hoy el absolutismo se está desestabilizado, que hoy los jóvenes no solo tienen ojos, también los utilizan para ver. El problema es que se predica con el ejemplo y los malos ejemplos son tantos que no sabemos por dónde empezar. Una reivindicación se suma a otra, una manifestación a otra, un país a otro y al final demostramos que estamos indignados pero lamentablemente, también perdidos. Al final de cuentas, no conocemos el lenguaje del gobierno y tampoco queremos aprenderlo. 


En el fondo, el cambio implícito que se pide es tan radical y abstracto que parece una utopía. La juventud está desestructurada y llena de problemas, la familia tampoco puede ayudar, pero sin un plan de acción, sin un consenso que proponga las principales reivindicaciones y un abanico de posibilidades para resolverlas, los gobiernos no darán un paso porque no sienten el problema como propio, sino como un acné pasajero que acabará por desaparecer. 

Nadie puede dar respuesta a un universo ilimitado de reivindicaciones, pero el Gobierno deberá estar preparado para escuchar a los “legos” (porque estos también votan), aceptar algunas propuestas y explicar el porqué de la inviabilidad de otras. Los manifestantes deberán estar preparados para aceptar algún No y reconocer su incapacidad para prever las implicaciones de la adopción de ciertas medidas. Después de lo visto especialmente en España, este es mi consejo. De lo contrario, lo que en principio parecía la semilla del cambio, se convertirá en una "panda de maleducados sin credibilidad" y en un instrumento político destructor.

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